Martes | 03/10/2017






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Los Cuentos de Encarnación - #134


LA SIMPLEZA DE LA BONDAD

Se me dañó la lavadora. Si estuviera en mi pueblo en la casa de mi madre, el hecho no sería más que un pequeño contratiempo porque ella tiene una batea bien grande y un patio donde se puede colgar ropa sin importar cuánto chorree porque el agua no se mete para la casa y como sopla brisa y hay sol, se seca bastante rápido. Pero aquí en Caracas, en un apartamento donde además no se puede tender ropa en las ventanas la cosa fue una tragedia.


Se imaginarán mi muñecas adoloridas por exprimir lo mejor posible la ropa para que no chorreara tanto. Tender las prendas en el baño para que la casa no fuera un chiquero y rogar que se secaran rápido para que no agarraran mal olor. En serio: una tragedia.




El técnico que me revisó la lavadora de inmediato dio con el problema y me indicó que debía comprar el repuesto, así que me planifiqué:
Paso N° 1: Averiguar cuándo costaba la pieza. ¡Infarto! Resucitación y a parir (literalmente) para conseguir la plata. Tiempo transcurrido: poco más de 2 semanas.
Paso N° 2: Conseguir el repuesto. A pesar que había llamado a varias tiendas, cuando fui con la pieza no era compatible con la que tenían en inventario. Cabe destacar que tuve que escaparme del trabajo varias veces para poder ir a averiguar si efectivamente tenían el repuesto para comprarlo y si lo vendían a un precio que realmente pudiera comprarlo (estoy segura que no se sorprenderán si les digo que de un local a otro el valor podía duplicarse). Tiempo transcurrido: 1 semana.

¡Tres semanas!

Al inicio de la cuarta semana y ya casi sin esperanzas de poder comprar el aparato llamo a una tienda, me dicen que sí lo tienen y al mejor precio que había podido conseguir. Salgo disparada para allá (otra escapada del trabajo). Llego, el local está full de gente, espero mi turno. Al llegar al mostrador le paso la pieza dañada al vendedor y de inmediato busca uno, dos modelos parecidos pero no iguales. "Tiene que traer las mangueras, porque si le vendo esto y las mangueras no ajustan a la conexión, no le va a servir y nosotros no hacemos devoluciones".





Me derrumbé, eso implicaba prácticamente otra semana sin lavadora (llamar al técnico, que efectivamente fuera a mi casa a retirar las mangueras, poder escaparme otra vez de la oficina...). Como siempre, supongo que mi cara de angustia, frustración y desesperación me delató porque un caballero que esperaba para comprar de inmediato me interpeló:

- "Señora, pero ¿cuál es el problema con la pieza? Se ve nuevecita, no parece tener defecto". A lo que yo respondo echando el cuento de lo que me pasó.
- "Eso parece un problema eléctrico, no parece que sea necesario cambiar toda la pieza".

Otro señor que también esperaba turno nos escuchaba con atención y me pidió la pieza para observarla en detalle. Salimos de local para tener más luz.
- "Lástima que no tengo mis herramientas aquí, si usted abre un poco esta tapa se puede dar cuenta que hay como un cable suelto, como si no hiciera buen contacto. ¿No conoce a nadie que le pueda revisar esto por dentro?".

Recordé un compañero de trabajo que me había ayudado reparando la cafetera de la oficina. Le dije que posiblemente sí. "Bueno, que le abra y le revise eso, si le pone corriente acá y el motor arranca, no tiene que comprar el repuesto nuevo".








¡Bendito Dios! Ese señor, que hasta creo que perdió su puesto en la cola para que lo atendieran en la tienda, fue un ángel para mí. Efectivamente, mi compañero de trabajo se llevó la pieza ese día y al día siguiente me la trajo a punto. Llamé al técnico y desde el sábado puedo lavar sin torcerme las muñecas (y sin inundar mi casa).

A veces no nos damos cuenta del bien que podemos hacer por sólo compartir un poco de nuestro conocimiento, este par de caballeros, completamente desconocidos, con los que seguramente no coincidiré otra vez, me hicieron un regalo grandísimo y sin esperar nada a cambio. Es impresionante ver la simpleza de la bondad.

¿Les ha pasado? Cuéntenme a través de [email protected] o por @LosCuentosdeE.




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