Domingo | 30/10/2016


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Viaje Bueno - Nro.121



TRUJILLO: MÁS BONITO DE LO QUE CREES

Después de donar exitosamente el riñoncito derecho a mi mamá, pagamos una promesa muy lejos de casa. Aunque me dio un mareo horripilante en el autobús y casi muero por un ataque de abejas asesinas que estaban persiguiéndome, todo lo demás salió perfecto.

Sin más drama, les presento lo que más me gustó de Trujillo en este Destinos dedicado a esa gente hermosa que vive allá.

Es una ciudad muy limpia, cosa que me fascina porque saben conservar lo suyo. Todo está señalado,  las personas son más que amables y saben dar direcciones.

Trujillo está cargadísimo de buena vibra. Las calles huelen a historia y todo lugar turístico es respetado como debe ser. Es uno de esos territorios donde te sientes en casa. Como si lo conocieras desde siempre. Así es Trujillo, dedicado a dar y sonreír.

Trujillo no tiene nada que envidiarle a otra ciudad, entre su clima, su gente y su gastronomía gana la batalla. Aunque es pequeño, podría llenar diez páginas relajada con tanto que tiene para mostrar. Por este domingo les regalo dos sitios para que se ilusionen y marquen kilómetros dirección Los Andes. 

Rumbo a la “Virgen de la Paz” me enteré de tres cosas que no sabía: la primera, el escultor Manuel de la Fuente insistió en hacer un monumento en honor al primer nombre que tenía la ciudad, “Trujillo de Nuestra Señora de la Paz”. Segundo, no quería construir una virgen sino una imagen de paz, y tercero que lo pusieron en la Peña porque la Virgen María se apareció por ahí como en 1.550.

En fin, El Monumento a la Virgen de la Paz los recibe con una carretera helada y nublada que de un lado tiene un bazar infinito de artesanos que venden bellezas en tejidos, metales, vidrio, piedra o madera (si les gusta el regateo aquí no aplica) y del otro lado está la montaña viva con millones de agujeritos. En cada uno hay estatuillas de la Virgen de la Paz, verán de varios tamaños, materiales y colores, una por cada milagro concedido. Esto me pareció y me parece fantástico. Se ve precioso. 

El sitio tiene una capilla que para los fotógrafos es un lujo, hay un vitral multicolor que se deja retratar muy bien. Hay puesticos de comida típica, la sopa de granos es famosísima, mi mamá la probó y le fascinó, con eso es suficiente para mí. Yo soy medio Mafalda y no me gusta la sopa pero los dulcitos los probé casi todos. Lo que más me gustó es uno de papelón y queso blanco que se llama “Curunchete” y la chicha que no juega carritos, los maneja.

Al llegar al monumento la virgen azuza a la tranquilidad con sus más de 46 metros de altura. Muy alta. Muy bella. El paisaje es inmenso. Verde. Frío. Adornado. Inmortal. Se olvida el stress para respirar profundo y llenarse el pecho de armonía. Esta grandiosidad de escultura cumple su objetivo, mostrar a Trujillo desde las alturas. Es un mirador y son cinco paradas. Se las detallo: la primerita está como en la rodilla de la virgen y son 18 metros de altura. El que le sigue suma 22 metros y desde aquí se ve Isnotú. La tercera parada está en una mano y da un total de 26 metros de altura. Desde la cuarta parada se ve el Lago de Maracaibo, 28 metros de altura y queda en la barriga de la virgen; y el último son 44 metros desde la base y miras todo desde los ojos del monumento. Por favor, al estar allá ármense de valor y suban. No se imaginan la maravilla que disfrutaran en la cima.

Para finalizar algo que me turbó, El Monumento a la Virgen de la Paz es el menos visitado en el país. Esto me hace mucho ruido - ¿por qué mayor belleza no la visitan? – Hoy los invito. No habrá arrepentimiento, sólo la sonrisa serena de haber pisado una tierra noble. 

Un poco más allá estaba el sitio donde debíamos pagar la promesa y donde las abejas querían matarme, el Santuario del Dr. José Gregorio Hernández. La cantidad de gente que va durante todo el año es brutal. No fuimos en temporada alta y el gentío era impresionante. Algunos caminaban descalzos, arrodillados, llorando, con bebés, ancianos, gente joven, en fin, mucha creencia, mucha fe. En la entrada los vendedores son insistentes pero súper simpáticos. Venden de todo con la imagen del doctor.

Para llegar a la estatua del Dr. José Gregorio Hernández y colocar las flores fue complicado, pero lo logramos. Ahí estaba él. Tierno. Pulcro. Rodeado de “gracias” escritas en placas. Alegría puesta en flores y sanidad que chispeaba en las velitas. Este santuario no es lo que yo pensé, un montón de gente rezando y ya. Es más. Las súplicas te invaden la piel, la gente dedicando canciones, plegarias. Esto realmente te conmueve. Es santo. Todos los días hacen misa a las 6 de la tarde y los sábados tienen varios horarios. Además tienen un museo y una posadita que alberga poquitas personas por si acaso quieren quedarse. Los precios son económicos y las cocineras tienen excelentes referencias.

Las personas que lo escoltan y quienes viven cerca dicen que desde los árboles hasta la capilla están benditos. Yo les creo. Lo sentí.

Trujillo me dejo mucho que reflexionar, no es un tema de religión, es un tema de fe. Y esa es mi palabra favorita.

Señores, Trujillo los está esperando con sus casas preciosas y sus habitantes que brillan desde la distancia. Aprovechemos que aún queda gente dispuesta a dar todo por el turismo  nacional. Gracias totales.

Recuerden dejar todo el camino mejor de cómo lo consiguieron, los trujillanos lo van a agradecer.

Viaje bueno.

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