Los Cuentos de Encarnación - Nro.40
UNA LUZ EN MI CAMINO
Levanten la mano los que piensen que ir al banco es H O - R R I - B L E. Todos o casi todos ¿verdad? Casi que hasta los que trabajan ahí piensan lo mismo. Yo, honestamente, he pasado las de Caín y peores tratando de hacer algo que parece tan simple como abrir o cerrar una cuenta, activar una tarjeta y otros. Al punto que, a pesar que no soy muy ducha con las nuevas tecnologías, trato de hacerlo toooodo por internet, sólo para no tener que ir a una agencia.
Pero hay cosas que no puedes hacer via web, toca llegarse... y hay que armarse de valor, paciencia y sobre todo de eso que nos reparte Josaika Gimón todos los domingos en su columna: buena vibra.
Así, me apertreché la semana pasada cuando me tocó hacer un trámite: me fui con mi sobre lleno de recaudos, originales y copias de todo; planillas; recibos de servicios y demás hierbas aromáticas... para que no me devolvieran y hacer sólo una visita al desapeticible lugar.
Llegué tempranito, no habían abierto las puertas, pero ya estaba formada una cola (era quincena, ¡sólo a mí se me ocurre...!), pero al entrar, con el sistema de los numeritos me tocó ser la número cuatro entre los que necesitaban la atención de un ejecutivo.
¡Primer milagro!: Había tres personas atendiendo, lo que quería decir que prácticamente era la próxima.
¡Segundo milagro!: A menos de cinco minutos de evaluar mi situación llegó una muchacha, supongo que se retrasó por algo, se instaló y me llamó.
¡Tercer milagro!: Esa muchacha se portó como un sol de mil colores. Les cuento: resulta que ella me revisa todos mi recaudos y (mala mía y de hacer las cosas apurada) descubrió que tenía un error. Me explicó con lujo de detalles por qué era importante corregir eso, pero antes de mandarme a la calle, revisó con lujo de detalles todos y cada uno de los papeles que había llevado. "Antes de que vayas a corregir eso, déjame verificar las preguntas de seguridad para adelantar, así cuando vengas es nada más firmar y sellar". Por ese procedimiento, descubrimos que tenía disponible un beneficio que me había otorgado el banco por mi años como cliente; entonces, me entregó una hojita con una dirección electrónica y un lista: "Cuando vengas, tráeme estas planillas que se descargan aquí, porque son un requisito que nos exige la Sudeban apara activarte el servicio, no te preocupes que yo te ayudo a llenarlas, y cuando vengas resolvemos los dos trámites. No tienes que agarrar otro número, llévate este mismo y me lo muestras cuando vengas".
Por primera vez en mi vida no me moleste con la idea de volver al banco. Fui a mi oficina que quedaba cerca, corregí el error, imprimí mis planillas lo mejor que pude y regresé. La muchacha me terminó de explicar cómo hacer todo, firmé, ella selló y salí sin ningún trauma de la agencia.
No he dejado de agradecer todos los días por esa muchacha, sus ganas de ayudarme, de prestarme el servicio que necesitaba, su capacidad para orientarme en mi brutalidad... todo. Creo que no en vano se llama "Luz".
Ojalá todos podamos iluminar a los demás desde nuestros trabajos como ella. Como ven, a veces con sólo querer ayudar y disponerse basta para alegrarle el día a una persona.
¡Que encuentren muchas "Luces" en su camino! Y cuéntenme por favor a través de [email protected].
¡Hasta el próximo cuento!
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir con Twitter
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Leer más!