Los Cuentos de Encarnación - Nro.28
ROMPER CON LOS ESPEJOS DE FERIA
En estos días, en un andén del Metro de Caracas (¿qué raro verdad?) vi un niño, hermoso, regordete, como de unos 10 u 11 años de edad caminando de la mano de su padre, pero cabizbajo. Levantaba de vez en cuando su carita, pero ciertamente parecía que solía caminar de esa manera y me recordó a una pequeña que conocí hace años: YO... Les cuento...
Mi familia siempre esperó muchísimo de mí, no sólo profesionalmente (tenía que ganar mucha plata) sino personalmente (tenía que casarme bien) y hasta físicamente (tenía que lucir como una "miss"). Y especialmente en el último punto hizo mella en mí porque siempre fui una niña regordeta y la familia extendida (tías sobre todo) insistían y me criticaban todo el tiempo, todo-el-tiempo.
Cada reunión familiar llevaba su dosis de crítica destructiva y en mi niñez y adolescencia crecí acomplejada por todos esos comentarios, con la autoestima por el suelo, y eso se reflejaba particularmente en mi manera de caminar: siempre caminaba cabizbaja, porque me avergonzaba no llenar los estereotipos que me habían puesto como espejo del éxito, de hecho creo que me quedó una jorobita por tantos años de caminar de esa manera.
No fue sino hasta llegar a la universidad cuando pude ver que me estaba mirando en unos espejos que no me reflejaban a mí, sino a unas expectativas que ni siquiera eran mías, unas imágenes distorsionadas como las que reflejan los espejos de feria... Los pude ir rompiendo uno a uno, con mucho trabajo, con muchas lágrimas de por medio; pero empecé a re-conocerme y amarme.
Todavía los encuentros familiares son como antaño, pero yo sólo ignoro toda crítica que no tiene que ver con mi verdadero yo. De hecho, en uno de las últimas reuniones una de las tías se me acercó y me preguntó que si la veía muy gorda, yo sólo le respondí "estás hermosa" y por lo menos una sonrisa dibujé en su rostro.
Al final, ni tengo mucha plata, ni estoy casada, ni tengo el cuerpo de una miss... pero soy plena y absolutamente feliz y AMO mi vida.
Por favor, le pido a los padres, tíos, abuelos, hermanos, primos, etc., etc... Reconozcan a cada miembro de su familia por sus virtudes y defectos, y no se comparen con las imágenes de éxito de otros. Cada uno tiene su propia medida de felicidad y sabrá encontrarla en su debido momento.
Espero para ustedes el mismo final que ha tenido mi cuento... y que me lo escriban a [email protected].
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