Martes | 16/09/2014


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Nacimiento | 16SEP


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RDN Vida - Nro.18


UN POCO DE CORTESÍA

Este cuento está calientico, me acaba de suceder la noche anterior a su publicación y no pude dejar de escribirlo. Todo sucedió en el Metro de Caracas

Cada tarde (a veces más tarde que de costumbre) he llegado al andén para esperar pacientemente por el tren que me lleve hasta mi casita. Y más de una vez en esa faena me ha tocado en mi colita una madre, padre o representante (sucede más entre las féminas) que estimula a su pequeño/a acompañante para que, al detenerse el vehículo y abrirse las puertas, se cuelen de cualquier forma y manera, sin importar qué o a quién se lleven por delante, con tal de conseguir un asiento.

La verdad, yo lo entiendo: están cansadas, han tenido un largo y ajetreado día, les tocó bregar con el hijo/a por la calle y desean viajar a sus destinos cómodamente sentadas… Pero, ¿hay necesidad de enseñar a sus hijos a ser descorteses? ¿Tienen idea de que luego ellos serán los adultos que hoy les empujan y se las llevan por delante en cualquier lado?

Pues bien, hoy un papá muy joven (por momentos dudé si era en realidad un hermano mayor) se detuvo justo detrás de mí con un chico en el andén. Cuando se acercaba el tren, el niño ya iba a comenzar a empujarme y de inmediato su acompañante le detuvo “¿Qué pasa? No empujes a las personas, espera tranquilo que ya nos vamos a ir”; él respondió que estaba cansado y se quería sentar, el papá no dijo más.

Al abrirse las puertas entramos sin empujones, yo logré sentarme y ellos se quedaron de pie frente a mí. El padre puso su morral en el piso para ofrecérselo a su hijo como silla, pero eso no duro por mucho rato porque el pobre bolso no aguantaba el peso del niño. Luego el chico, ya fastidiado, comenzó a jugar con saliva y su padre le llamó la atención y le explicó (sin gritarle) que eso no se debería hacer, que iba a terminar importunando a otras personas.

Más rápido de lo que pensaban yo llegué a mi destino y les cedí mi asiento. Y, aunque no sé su nombre, quiero agradecer a ese joven por enseñar a ese pequeño, sin gritos ni golpes, a comportarse un poco mejor, a respetar un poco más a los otros, a ser un poco más cortés especialmente en ese espacio que ha perdido tanta humanidad como lo es el Metro. Ojalá todos sigamos su ejemplo.

Hasta el próximo cuento, no olvides enviarme tus historias a la dirección de correo [email protected].

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RDN Cultura | Cultura Púrpura


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