RDN Tecnología - Nro.2
ALDEA CELULAR
Ya que
en nuestra primera columna, el inicio de esta Odisea Tecnológica, hablé sobre
lo dependiente que me siento a la tecnología cada vez que se le acaba la pila
al celular, hoy dedicaremos este espacio a ese maravilloso y esclavizante dispositivo:
el teléfono móvil.
Primero
un poco de historia: Leonid Ivanovich Kupriyanovich, en el año 1957 patentó un
pequeño aparato de nombre KL-1 que se comunicaba por ondas de radio hasta 30 km
de distancia. Este sistema se extendería por 114 ciudades de la Unión
Soviética, alcanzando gran popularidad. Pero fue en Japón, hacia 1981, cuando
se activó la primera red comercial analógica, llamada NMT, que adoptaron
también Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca, de donde nacieron dos gigantes
nórdicos: Ericsson y Mobira (luego Nokia). A la par, en Estados Unidos, Martin
Cooper –llamado el padre de la telefonía celular- creaba el famoso Motorola
DynaTAC 8000X. Sí, ese es el famoso bloque que todos conocemos como el primer celular y que, créalo o no,
costaba 4 mil dólares. De ahí la cuestión evolucionaría vertiginosamente hasta
los famosos teléfonos “inteligentes”, desde donde muchos de Uds. me estarán
leyendo, pero esa tela la cortaremos en otro momento.
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Radiobase |
Tal vez
de entrada pensaríamos que la telefonía móvil existe porque existen los
celulares, pero esta tecnología sería inservible si no hubiese una red sobre la
cual sostenerse. De hecho, a este aparato le llamamos comúnmente celular porque se comunican con una red
de celdas que se instalan en unas
torres denominadas estaciones radiobase.
Vean la foto y fíjense, luego se darán cuenta de que estamos espantosamente
rodeados de esta grandes estructuras por toda la ciudad, por todas las
carreteras, por todo el país. Es más, posiblemente hay una en la azotea del
edificio en el que viven o trabajan.
Estas
celdas están en comunicación permanente con una central donde nuestra llamada,
mensaje de texto o cualquier requerimiento de datos (Internet) se procesa y se
envía a su destinatario. En cada una de estas celdas esta información se
conmuta y pasa a la siguiente estación, si es que nos estamos moviendo. Esto es
transparente para nosotros como usuarios, pero implica un flujo permanente de
ondas electromagnéticas a nuestro alrededor provenientes de millones de
dispositivos constantemente conectados: Se estima que en el mundo para finales
de 2013 había 6.800 millones de líneas móviles según la Unión Internacional de
las Telecomunicaciones. Venezuela no escapa de esta tendencia pues en la
actualidad hay 31 millones de líneas en el país según Conatel (es decir, más
teléfonos que gente).
Por allá
en 1997 mi primera impresión fue “¡qué bien! Un teléfono que me puedo llevar a
cualquier lado”. Ahora, 17 años después pienso “ni modo, me tengo que llevar
este teléfono a todos lados”. Estoy seguro que no soy el único que se pregunta
¿cómo hacíamos cuando no existían los celulares?, pero sin duda hacíamos,
vivíamos y nos comunicábamos igual. Lo impresionante es cómo estos compañeros
de bolsillo han acortado las distancias y han vuelto inmediatas las
comunicaciones. Lo preocupante: pareciera que el dispositivo le cuesta cada vez
más despegarse de nuestras manos y de nuestras mentes. A veces está pasando
algo a escaso metros de nosotros y nos enteramos porque lo leemos en alguna
aplicación y no porque sencillamente levantemos la mirada a ver a nuestro
alrededor.
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Imagen cortesía de https://blogrecursosytecnologia.com |
Aquí les
dejo una infografía que es cortesía de la página Blog Recursos y Tecnologia.
Disculpen que está en inglés, pero resalto algunos datos de este interesante
estudio sobre las tendencias en el uso del celular: el 48% de los usuarios
afirma usar su dispositivo sentado en el inodoro; 35% duermen con su teléfono y un alarmante 70% lo revisa (penosamente
me sumo) mientras come.
Así
pues, veamos este dispositivo que tenemos en la mano como una gran herramienta,
pero pongamos más en práctica llevarlo a nuestro bolsillo, bolso, cartera o
simplemente a un lado para ver a nuestro alrededor. Fíjense en un restaurante,
es normal ver una familia en una mesa donde nadie habla pero todos revisan su
teléfono. Alcemos la cabeza para ver nuestro contexto y para ver a los ojos a
nuestros seres queridos, ahí está la más humana de las comunicaciones. Hasta la
próxima Odisea Tecnológica.
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