RDN Vida - Nro.12
LA VERDADERA VOCACIÓN
De cada situación que nos abate podemos levantarnos, no sólo con una lección aprendida, sino quizá con una fuerza renovada y conociéndonos más a nosotros mismos.
No es fácil, lo sé. Particularmente porque esto requiere un primer empuje: mirarnos a nosotros mismos sin compadecernos, sin complejos que nos empañen la vista, observar nuestra debilidad desde nuestro dolor; pero créanme, este esfuerzo vale la pena, porque la vida nos paga de la mejor manera: con toda su plenitud.
Para Annegert no fue nada fácil vivir su historia, pero ahora la comparte con nosotros con una convicción inspiradora, que al mismo tiempo da fe de que somos capaces de ser siempre más:
"Es posible que no creamos que estamos predestinados para lo que vivimos actualmente, lo que nos dedicamos o lo que trabajamos, y es fácil decir 'tuve que hacerlo porque la vida me toco así'. Y no tan fácil aprender que Dios te llevó por ese camino.
Hace unos cuantos años (en la flor de mi juventud), cuando me preguntaban '¿qué vas a estudiar cuando salgas de bachiller?', yo decía que sería Ingeniero en Computación, y cuando me tocó presentar la prueba de aptitud académica era obvio que solicitaría entrar en carreras informáticas en dos opciones y en la otra, por no dejar, coloqué psicología (creía que me estaba comiendo el mundo). Afortunadamente fui asignada a una universidad que quedaba en un estado vecino, pero no estaba tan cerca y debía residenciarme y todo lo demás; pero mis padres no estaban en condicion de costear esos gastos.
Entonces trabajé en varios empleos por corto tiempo, me enamoré y procreamos dos hermosos hijos. Mi hija mayor tenía 4 años cuando mi hermanita menor, de 14 años, un ángel morena de una ternura incomparable, se enfermó de la terrible leucemia. Mi mamá se fue con ella para ese estado, donde yo no pude irme a estudiar, para hacerle el tratamiento adecuado, paliativo en su mayoría.
Día a día yo trabajaba con la intención de ir y ayudar en lo que pudiera, era la hermana mayor, sus cuidados eran muy especiales y delicados: había que protejerla de contagios virales, darle su tratamiento, hacerle alimentos adecuados... En fin, aprendí a ser útil... Y el día menos esperado, dolorosamente, mi hermana se nos fue.....
Pero, me dí cuenta que eso era lo que quería hacer con mi vida: colaborar con los cuidados de otros, conocer el por qué y el para qué hacer cada procedimiento, hacer uso adecuado de los intrumentos, brindar bienestar, utilizar la técnica adecuada para cuidar y educar a otros y así lograr y mantener su salud, y, sobre todo, entregar amor de forma desinteresada con todo lo que aprendiera; tal como hicieron con mi hermana, que entraba y salía constantemente del hospital.
Decidí que presentaría nuevamente la prueba de admisión académica, también recordé que en mis juegos de niña realizaba cuidados imaginarios a mis muñecas, y entonces no pude más que SER ENFERMERA, una más de esos ángeles sin rostro (no los recuerdo, pero sí sus palabras, gestos, sonrisas y acciones) que le brindaron tanto amor y dedicación a mi mamá y a mi hermanita".
Gracias Annegert.
Comparte tú también tu historia con nosotros, escríbeme a [email protected].
Enviar por correo electrónico
Escribe un blog
Compartir con Twitter
Compartir con Facebook
Compartir en Pinterest
Leer más!