Martes | 08/07/2014


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RDN Vida - Nro.11


LUZ Y SAL

Mis lectores están activos, esta es la tercera semana en fila que tengo recibiendo cuentos... ¡Y estoy FELIZ por eso!

El cuento "ajeno" de hoy nos recuerda que, por un lado tenemos una capacidad para pensar mal que ¡Dios nos libre!, y por otro que nuestra naturaleza es hacer el bien. Lean lo que vivió January:

"Estaba haciendo mi colita para comprar mi almuerzo, calculando cuánto servirme para que no pasara del presupuesto para almuerzos y que tuviera algo de vegetales que es importante y de proteínas para que no me diera hambre rápido. De repente se aparece un niño pidiendo para comer. Ni oportunidad tuve de negarme, porque estaba avanzando la cola; pero escuché los murmullos de negación de dos hombres que estaban detrás de mi.

Me serví, pagué, no pasó el fulano presupuesto y había brócoli y pollo en mi plato... '¡Si mi mamá me viera comiendo tan sano!', pensé; y volteando a la caja vi otra vez al niño, con una bandeja en mano, con una gelatina y una lata de jugo.
- 'Son tantos', le dice la cajera a una señora que estaba al lado del niño.
'Mira al muchachito sinvergüenza, pidiendo y no andaba solo', me digo yo... pero el niño me parecía tener el porte de los 'tipo pobrecito', algo no encajaba.

Entonces empiezo a detallar a la mujer: ¿será la mamá?; no tiene carterones de moda; ni collares, ni anillos llamativos; pero no parece... Además, paga con tarjeta... Está raro todo... El niño carga la bandeja con su buen plato de comida, salen del local, me concentro en mi plato... Y regresan, llaman mi atención de nuevo, no hay mesa afuera; consiguen una adentro y el niño se sienta dándome la espalda. Se levanta de nuevo a buscar un pitillo y una cucharita, 'para la gelatina, claro' pienso. Pero la suelta y agarra una cuchara más grande, se sienta, la mujer le pregunta algo así como '¿todo bien?'. El niño asiente. Ella lo ve comer con la cuchara, es de los que saben comer solo con cuchara y agarrándola con toda la mano; la mujer le sonríe y se va... Al fin entendí: ella le pagó la comida.

Toda una ola de sentimientos vienen a mí, consolación es lo único que lo resume.

El niño termina de comer (al menos la mayor parte), se levanta y coincidimos las miradas, me sonríe con un bigote de salsa. Está contento, comió. Bota algunos desperdicios, toma un envase para llevar y mete la carne y el arroz que sobró y los cubiertos que no usó. Un último sorbo al jugo y pide una bolsita, mete el envase con cuidado y la rica gelatina intacta arriba. Le sonríe a otra chica que le corresponde sorprendida y se va, feliz, porque comió. Yo, saboreando un pollo sin sal y frío, que dejó de importar gracias a la luz y sal de esa mujer, hoy pude contemplar la acción de Dios".

Sin más que agregar, les dejo mi correo para que me cuenten su historia: [email protected].

¡Hasta el próximo cuento!

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