LA PUNTICA MÁS BELLA DE VENEZUELA
Una de las cosas que disfruto mucho en la vida es escribir opiniones, así como la semana pasada. Lo bueno de eso es que me llegan todo tipo de respuestas, unas buenas y otras un poco subidas de tono. Para quienes decidieron dedicarme un tiempito y decirme lo que sintieron con respecto a mi artículo anterior, gracias. Democracia es aceptar y respetar todos los puntos de vista aunque no vengan desde nuestra orilla. Gracias otra vez.
Ahora a lo que vinimos. Viajeros, hoy los llevaré a un lugar precioso. Tanto que el saber que tenemos un desierto propio me llena la vida de contentura. Para llegar a la Península de Paraguaná tenemos que atravesar este montón de arena destinado únicamente a emperifollar Venezuela. Por supuesto que no todo es color rosa, es importantísimo que cuando hagamos este viaje sea de día, explico las razones: primero que absurdamente existen burros y ganado salvaje por la zona, estos personajes se atraviesan sin el mínimo cuidado y pueden causar un accidente. Segundo porque si vamos a disfrutarnos el camino hay que verlo iluminado por el sol. Y créanme que hace mucho sol.
Empecemos por Los Médanos de Coro. Son la cosa más perfecta, enorme y alucinante del mundo. Limpiecitos, suaves, lisos, anchos, puros. Para conocerlos necesitan llevar las ganas, unos zapatos cómodos, ropa holgada y protector solar. Bien temprano o antes de que caiga el crepúsculo es el momento ideal. El sol de mediodía funde el cerebro, el calor te moja hasta las rodillas y el disfrute será sinónimo de tortura. Así que ya saben, madruguen o pasen el día conociendo el resto y antes de las 4 láncense para nuestro desierto. No se inquieten si ven unos camiones grandotes de un lado a otro, ya que la brisa es muy fuerte, ellos se encargan de regresar la arena que cae en la mitad de la carretera a su lugar. Son muy organizados y hacen un trabajo vital para el acceso a la zona.
Estar en Los Médanos de Coro y no dejarse rodar es la calamidad grosera del mundo. Háganlo sin miedo y sin zapatos. No habrá una piedra o un bicho que los lastime. Acuérdense que les dije arriba que son: limpiecitos, suaves, lisos, anchos, puros. Este Parque Nacional desde 1974 forma parte del istmo de Los Médanos que une a La Península con el tramo más septentrional de la costa. O sea, la puntica esa que sale del mapa por la zona norte.
Hay muchos pueblos aledaños para visitar, pero les recomendaré algunos que personalmente me parecieron hermosísimos. En Buena Vista conocimos un chamito que estaba fascinado con nuestro uniforme (ese viaje fue con mis panas del grupo scout) y como andábamos muertos de hambre nos dijo: yo sé dónde venden pan pero si quieren que les diga cómo llegar regálenme ese bichito que tienen ahí. El bichito era un pin con la flor de lis y que con mucho gusto le regalamos porque el hambre nos iba a consumir la vida. Nos condujo a una casa donde venden El Pan Criollo. Este pan es bien sabroso, dulce y siempre que vayan estará recién horneado.
Pueblo Nuevo también es muy famoso porque está la fábrica de dulce de leche, no probarlo es como comerse una arepa sin mantequilla. Siempre compren para obsequiar a la familia, no hay otro igual. Yo soy la más fanática de este dulce porque además de ser bien venezolano es bien bueno. Un poquito más allá está Adícora, donde los deportes acuáticos se pusieron de moda y todo el que va para esa playa hace kitesurf o windsurf. Nosotros no hicimos ninguno de los dos porque estábamos peregrinando y teníamos objetivos que cumplir, pero al menos los vimos desde la orilla. Quedamos picados.
Sé que están esperando que les cuente sobre la zona para comprar a precios “económicos” pero como es el único sitio que la gente cree que existe en Falcón solo diré: se compra bien, hay gente por todos lados, las facturas deben presentarlas al salir del estado por lo que si las botan pierden y… ya. Continuo.
El último objetivo de esa peregrinación era llegar a la Reserva Biológica de Montecano. Es poco conocida y demasiado asombrosa para seguir en el anonimato. Ahí nos atendió Carlos, era el guía de turno. Nos llevó a dar un paseo extraordinario. Nos contó que esas 1600 hectáreas de reserva son la perlita de INFALCOSTA (se encargan de las zonas sustentables). La Reserva sirve de refugio a un montón de aves migratorias, vimos en abundancia varias especies de turpiales, cardenales rojos, entre otros. Carlos también nos dijo que debíamos hacer un ejercicio sabio cuando llegáramos al final de todo, inmediatamente fruncimos el ceño porque él no dio más explicaciones y seguimos rodando atrás pensando que era eso sabio que debíamos hacer. Por todo el camino la naturaleza nos regaló su mejor pinta, muchos árboles de jobo dulcito, indios desnudos (es una especie de árbol) y los que tienen esa barbita gris colgando. Fueron nueve estaciones en total. Después de tanta perfección, de matas de mamón, bromelias, patos, tortugas, conejos grises gordos, la última estación llegó. El paseo fue delirante, una cosa de otro mundo, da nostalgia saber que tenemos tanto y lo cuidamos poco. Pero por fin íbamos hacer el ejercicio sabio que Carlos nos había contado al principio. Nos sentó y nos ordenó cerrar los ojos, pensar en todo y en nada, escuchar al bosque, escuchar los pasos de los cujíes. Escuchar la tierra. Y así lo hicimos. Lloramos y reímos. Ojalá leas esto, Carlos, y recuerdes a los tres scouts llorones de alegría que te regalaron una pañoleta multicolor.
El recorrido por la reserva no tiene desperdicio. No pueden dejar de hacerlo. La Reserva Biológica de Montecano abre hasta las 5 de la tarde. Será una experiencia impresionante. Ya me contarán.
Viajeros, recuerden dejar la Península de Paraguaná mejor de como la consiguieron, todos lo vamos a agradecer.
Viaje bueno.